Los precios de algunas materias primas utilizadas en la nutrición animal tienden a fluctuar y los nutricionistas a veces se ven obligados a utilizar componentes de palatabilidad moderada o baja. Además de los ingredientes, otros componentes como los medicamentos tendrán un gran impacto en el sabor y, por tanto, en que la ingesta por parte de los animales sea mayor o menor.
La capacidad de percibir el sabor dulce es muy importante tanto en animales como en humanos para evaluar el contenido nutricional y calórico de un alimento o pienso. Las moléculas edulcorantes en general son detectadas por receptores, pero el receptor de dulce más importante en el caso de los carbohidratos simples es un heterodímero acoplado a proteína G conocido como receptor de sabor tipo 1 miembro 2 y miembro 3 – T1R2 y T1R3 respectivamente.
Hace unos años se descubrió que estos receptores no solo se encuentran en la lengua, sino que también están presentes en la región apical de las células enteroendocrinas del intestino. La expresión de estos receptores intestinales como respuesta a diferentes tipos de nutrientes desencadena una serie de mecanismos intracelulares que conducirán a la secreción de hormonas intestinales. Esto es de gran importancia porque estas hormonas regulan procesos fisiológicos clave como la digestión, la absorción, la ingesta, la saciedad o la homeostasis de la glucosa. Este proceso de detección de nutrientes intestinales se conoce como “chemosensing”.
Algunos estudios confirman que, además de los carbohidratos, algunos edulcorantes de alta intensidad podrían ser responsables de una mayor absorción de glucosa.
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